‘Her’ una simple palabra para un gran film

Por: Armando Almánzar R

Es muy posible que si en los tiempos de la Grecia clásica viéramos a alguien hablando solo en la vía alguien pudiera tildarle de loco o, tal vez, de ser un actor memorizando versos de una tragedia de Esquilo.
En los primeros tiempos del cristianismo, un anacoreta se refugiaba en un lugar aislado para no ser parte del mundanal tráfago cotidiano y, muy probablemente, hablaba para sí mismo.
Durante las 5 últimas décadas del siglo XX, si alguien hablaba solo en las calles de seguro sería tachado de loco perdido.
Pero todo eso es parte de un pasado que se ha esfumado en el tiempo. Para Spike Jonze, guionista y director de “Her”, en la actualidad, cuando vemos a alguien caminar y hablar solo, en realidad no lo está haciendo: habla con la novia, con la esposa, con un amigo, con personas de su trabajo, con clientes a través de su móvil o celular.
Pero Jonze va mucho más allá: para él, en un futuro nada lejano, una gran parte de los viandantes de las grandes ciudades camina mientras habla solo como en la actualidad, pero ya no únicamente con los señalados interlocutores, sino también con su propio móvil.
Para el autor de este impresionante film, el ser humano deriva irremisiblemente hacia la soledad en medio del bullicio humano, avanza implacable hacia la deshumanización, hacia una especie de integración con los mecanismos avanzados de la comunicación en tanto se aleja de familiares y amigos y hasta de relacionados de su profesión.
Spike Jonze crea sus personajes con meticulosa precisión, los hace sensibles a nuestra percepción, nos hace verlos profundamente humanos, precisamente, y aunque parezca un contrasentido, en su deshumanización progresiva, en su alejamiento del contacto humano.
Y eso parte incluso del mismo oficio que crea para varios de sus personajes, pero muy especialmente para Theodore, que pasa sus horas laborando en una oficina y lo que hace es ya perfecto síntoma  de su desconexión con los demás y de la desconexión de la misma sociedad entre sus miembros: escribe cartas, responde cartas a otras personas, y lo hace con tal grado de perfección que hasta le publican un libro con una selección de ellas.
Theodore pasa sus horas de trabajo conectado a la computadora, lee cartas, responde cartas. Pero, cuando termina su labor, sigue tan conectado como antes, lleva su móvil en el bolsillo de la camisa y lo lleva de manera que sobresalga para poder enfocar la vida a través del artefacto, para poder hablar y que el artefacto electrónico le escuche y le conteste.
Pero eso todavía es poco: cuando el sistema de interconexión le propone conectarse a un nuevo sistema operativo personificado, Thedore acepta, y ese SOP comienza una relación con él con una seductora voz de mujer: el SOP es entonces Samantha, y Samantha, para Thedore, es tan real, y luego más rea que cualquier mujer de carne y hueso.
No podemos seguir con estas conclusiones porque tendríamos que revelar demasiado de la trama. Pero es sensacional una de las implicaciones que ofrece el devenir diegético de Thedore: su relación con Samantha quiebra porque, como de todos es sabido, el amor, la pasión de un hombre por una mujer, es siempre profundamente egoísta, el amor no se puede compartir y habrá de llegar un momento, precisamente por esa tan sencilla razón, en la que Samantha, que es un Sistema Operativo, no un ser humano, llegue a ser más “humana” que el propio Thedore.
Formidable, magistral la puesta en escena con todos sus elementos, con su fotografía, con su musicalización, con la tremenda demostración interpretativa de Joaquín Phoenix, con la seductora voz de Scarlett Johanson, con Amy Adams, que siempre es estupenda, con todos los que aparecen.
Grande Spike Jonze, maravilla su film.
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